domingo, 8 de mayo de 2011
Desperté de pronto sobresaltada y vi la luz de la aurora asomando en el horizonte. Ante esto sentí nacer a una nueva vida, a un mundo diferente en el que tal vez fuera posible no haberse perdido la felicidad que otrora me invadió.
Seguí contemplando la luz, viendo como por ella tomaban forma los abetos y cipreses hundidos en el campo cercano, mirando hacia un cielo que nunca alcanzarían. Mostraba el entorno un verde fresco, limpio, cubierto por una recién caída lluvia que lo hacía resplandecer.
Entonces supe que ese nardo del ayer no se había cerrado del todo, que se resistía a marchitarse y se esforzaba en renacer de nuevo.
Había vuelto a abrir sus pétalos.
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