lunes, 4 de enero de 2010
Hoy en bajado al sótano de mi vida y he recuperado de entre polvo y telarañas la llave que a lo largo de todas mis etapas ha ido cerrando las puertas de mis estancias vividas. Y las he ido abriendo una sin ningún trabajo, porque incomprensiblemente ya no estaban cerradas con llave.
Nadie antes, aparte de mí, había traspasado esas puertas.
Ahora, al volver a las estancias tanto tiempo cerradas, encuentro un ambiente pequeño con respecto a lo que yo recordaba, atestado de pesados sentimientos depositados en polvorientos estantes de momentos petrificados.
Entrar en cada puerta del pasado se me asemeja insertarme en un escenario dieciochesco, de pesado mobiliario y asfixiante decoración.
Sueños de brocado yacen laxos sobre butacas de terciopelo rojo capitoné.
Esperanzas perdidas se desmadejan en los reposabrazos de palo de rosa de un sofá sevillano tapizado de damasco.
Miedos no superados se pierden entre las paredes vestidas de azul, cuyo color aparece casi por completo oculto por la oscuridad del tiempo.
El recorrido por este museo personal me ha causado en el fondo una cierta satisfacción y tranquilidad, y ha rasgado de algún modo ese velo por el que se hallaban cubiertos mis recuerdos.
A través de esas rasgaduras he podido descifrar las descoloridas instrucciones que otrora enviaban a mi alma los dedos de la inexperiencia y la inmadurez.
Nadie antes, aparte de mí, había traspasado esas puertas.
Ahora, al volver a las estancias tanto tiempo cerradas, encuentro un ambiente pequeño con respecto a lo que yo recordaba, atestado de pesados sentimientos depositados en polvorientos estantes de momentos petrificados.
Entrar en cada puerta del pasado se me asemeja insertarme en un escenario dieciochesco, de pesado mobiliario y asfixiante decoración.
Sueños de brocado yacen laxos sobre butacas de terciopelo rojo capitoné.
Esperanzas perdidas se desmadejan en los reposabrazos de palo de rosa de un sofá sevillano tapizado de damasco.
Miedos no superados se pierden entre las paredes vestidas de azul, cuyo color aparece casi por completo oculto por la oscuridad del tiempo.
El recorrido por este museo personal me ha causado en el fondo una cierta satisfacción y tranquilidad, y ha rasgado de algún modo ese velo por el que se hallaban cubiertos mis recuerdos.
A través de esas rasgaduras he podido descifrar las descoloridas instrucciones que otrora enviaban a mi alma los dedos de la inexperiencia y la inmadurez.
Foto de Aquí
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