Hay dos etapas en la vida distanciadas en el tiempo y gemelas entre sí: El Comienzo y el Final de la juventud. Esta es una de ellas.

Viento

sábado, 29 de agosto de 2009

El viento estuvo soplando durante todo el día. Era un viento extraño, medio loco, que imitaba al de levante sin que llevara a plagiarlo completamente, un viento raro para el época estival que corre. En su locura se arremolinaba a través de los setos y se empujaba en su propia dirección, arrastrando hojas y tierra hasta las cañas de bambú que a modo de seto delimitaban la zona, combándolas hacia fuera.
Arrancaba las flores de las buganvillas que trepaban en las encaladas paredes y desprendía con violencia las ramas y hojas verdes de los árboles del fondo del jardín.

Yo lo estuve sintiendo en cada una de sus locas correrías, antes de que se fuera, y puedo decir que disfrutando de él. Me gusta el viento.

Aún ahora, al caer la tarde lo puedo ver aferrándose a las cimas de los montículos cercanos dirección al sur. Desde éste, mi rincón, puedo ver claramente los sauces a los que sacude de forma violenta sobre el pálido cielo, aún cuando ya aquí no ha dejado ni siquiera un soplo que agite una brizna de hierba.
Aún más lejos diviso oscuras nubes que se acercan desde la lontananza.

Sé que tras su partida, el viento es seguido por la lluvia, lluvia de verano que llegará antes de la media noche, empapando los campos sedientos, los polvorientos caminos; aguacero estival cuyo aroma a tierra mojada se colará entre las puertas acristaladas y se esparcirá por la estancia dejando en mi piel una humedad electrizante.

Para mí, en esta etapa que atravieso, es un regalo que me invita a recibirlo entre mis brazos.

 
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