martes, 26 de octubre de 2010
“…se va la tarde y me deja, la queja, que mañana será vieja, de una balada en otoño…” (Balada de Otoño –Serrat)
Avanzó el día, avanzó un poco más la etapa en que vivo, y el atardecer trajo consigo atisbos de vivencias que mellaron en mí y que he logrado superar aún casi sin darme cuenta.
Mi actual estado de madurez me ha hecho tal vez asimilar cualquier otra situación o sentido, haciéndome consciente de que todo en esta vida se puede superar si se tiene la predisposición necesaria.
La ventana entreabierta deja que se cuele un vientecillo suave (contrario al fuerte viento que sopló durante todo el día), que me refresca la piel y me llena de otoño recién estrenado.
Es otro otoño distinto y difícil el que llega ahora a mi mente, cuando siendo poco más que una adolescente, con una incipiente nuevo ser dentro de mí, y recién estrenando mi vida en compañía, otra vida ya añeja y cansada parecía tocar a su fin. Allegada y querida dejó en mí la huella del miedo a perder lo querido, la impotencia de no saber o poder retenerla, de no tener el don de aliviar su sufrimiento…
Afortunadamente continuó unos años entre nosotros, pero en mí quedó latente siempre la huella de la impotencia que viví en aquellos delicados momentos.
Hoy he aprendido a conocer y aceptar las leyes de la vida, a respetarlas y hacerlas parte de mí, enriqueciéndome con esas experiencias.
Indudablemente la juventud tiene mucho que aprender antes de llegar a la madurez.
La veteranía, si se sabe conjugar, da un grado.
Yo estoy satisfecha de lo que he aprendido.
Imagen de Aquí
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