jueves, 12 de agosto de 2010
El estío provoca en mí una laxa pasividad que me obnubila la menta y el espíritu. Ansío que vuelvan aquellos días cargados de brumas y humedades, cuando las tardes se tornan doradas por los últimos rayos de sol y por las hojas marchitas que caen de los árboles.
Aún queda, pero soy consciente de que esa espera pasará en un abrir y cerrar de ojos, tan sutil y efímera es esta vida que yo vivo, imagino también igual que la de todos.
Comparo a veces estas etapas de la vida con las mías propias, que en cada una se transforma mi sentir y mi percepción.
Recuerdo que en un principio me confundía un poco la brusquedad de los cambios. Luego, paulatinamente me fui habituando a ellos, en un devenir de épocas distintas y dispares entre sí.
Y las acepté.
Aún así, sigo añorando el otoño….
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