Hay dos etapas en la vida distanciadas en el tiempo y gemelas entre sí: El Comienzo y el Final de la juventud. Esta es una de ellas.

Atardecer

viernes, 18 de diciembre de 2009

No me gusta la noche ni la caída de la tarde.

Es verdad que cuando la tarde finaliza tiendo a disfrutar de la majestuosidad que me ofrece el sol cuando se acerca al horizonte, sobre todo cuando aparece cubierto con un velo de nubes lo bastante tenues como para dejarlo ver como un disco claro y de limpios contornos.
En esos momentos luce como único rey del espacio. Pero son solo unos momentos. Al poco el oro que se desprende de él se transforma en una palidez homogénea que se extiende de modo espantoso por todo el horizonte y la luz del día se convierte en su vacío.

Es el final del crepúsculo. Todo se transforma. La vida diurna se apaga, el sol se muere.

Gran semejanza con la vida, donde el morir está cada vez más cercano una vez que se ha nacido.

Etapas que vienen y se van, dejando en mí un sabor agridulce en la boca.

Imagen de  Aquí

 
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